AGITADORAS

 

PORTADA

 

AGITANDO

 

CONTACTO

 

NOSOTROS

       

ISSN 1989-4163

NUMERO 115 - SEPTIEMBRE 2020

 

Por Hablar de Algo

Rosa María Ortega

   No voy a hablar del Covid-19. Por si no te viene bien leer otra cosa, que te puedes ir yendo.

   He vuelto de bajar la basura. Menos mal que llevo las llaves de casa, porque si no, tendría un problema. Siempre que bajo la basura pienso que se me van a caer las llaves dentro del container. Hasta ahora no se me han caído nunca, pero lo pienso cada vez que bajo y en tanto voy cruzando la calle y me acerco a los contenedores. Pienso: ahora, cuando abra la tapa y tire adentro la bolsa, como en una de las manos llevo las llaves, se van a resbalar y van a caer adentro. Madre mía, a ver qué hago, cómo me meto ahí para buscarlas. O sea, en lo que voy cerrando la puerta de casa y bajando la basura, ya voy pensando en un plan para poder sacar las llaves del contenedor cuando se caigan. Para empezar, necesitaría una linterna, pero no podría subir a casa a coger una porque no podría abrir la puerta, claro. Si llevase algo suelto en el bolsillo, podría comprar una linterna en el chino y meterme en el depósito a buscar las llaves. Luego, al entrar en casa, tendría que entrar en la bañera con sal gorda marina y canela en rama, para limpiar energías sucias y malolientes. Bueno, no te haces una idea. A veces, he llegado a trazar hasta 4 estrategias posibles para sacar las llaves del container. Una vez redacté una chuleta con los 4 planes y la llevaba todos los días al bajar la basura, pero un día se me cayó la chuleta al contenedor y decidí no liar más el tema y orquestar otras actividades menos ampulosas.

   Y ahora estoy con una soberana iracundia de piticlín, porque he recibido 14 llamadas de un mismo número en 3 días que, cuando descuelgas, tarda la de San Juan de Dios en responder un(a) operador(a), al tratarse de uno de esos que derivan la llamada a tal o cual punto de a saber adónde del hemisferio, y en esas, hay un generoso silencio de por medio que exaspera no sabes cómo. Es un número de servicios de energías renovables que ofrece, cansino, una promoción de chuminadas varias. Así 3 días. Con sus 3 noches. 14 llamadas. Me ha pillado un cabreo importante, y a la que he colgado a la 14, he llamado yo. He buscado la canción hardcore reventa-tímpanos más apañada de la Tierra, me he sentado anchamente en el estudio de grabación, he marcado el número de marras y he pasado la llamada por la mesa de sonido en play-decibelios tope que te sube. Tres minutos he dejado sonar la canción. De momento, no me han vuelto a llamar. Luego se lo he contado a mi amigo Ricky, que me ha dicho que no está mal mi invento, pero me ha ofrecido tomar prestado un posible plan B para la siguiente. Él, cuando recibe llamadas de este tipo, responde amable y en calma. Dice que lo siente, que le sabe mal, pero que en ese momento le pillan descuartizando a su abuela, que si le pueden llamar más tarde, les atenderá muy gustosamente una vez dejado reposar el hacha y el cuchillo y limpiado la mesa de higadillos y vísceras y guardado todo en tappers en la nevera. Y ya no le llaman más. Hasta la siguiente vez, claro, de otro número de servicios distinto, pero igual de cochambroso. Y como les vuelve a decir que está matando a su abuela y separando las tripas de lo otro, que se tarda un rato, se acojonan, y no vuelven a llamar en un tiempo prudencial. Y así todos. Si no hay como meter miedo psicopático...

   Total, la cosa es de una alegría descomunal, si no fuese por lo de las cabinas de teléfono. Mira, tú, lo demás no me da tanta pena, pero lo de las cabinas me tiene en un desgarro interno. Las licencias de Telefónica de las últimas cabinas en las calles españolas expiran. Se desmantelan, vamos. Finito, los teléfonos callejeros. A mí eso me da un pesar... La que mejor lo lleva es Candela. Esa no se entera de mucho y vive distinto. Candela es mi amiga, la de Huelva, que se ha puesto ahora unos audífonos maravillosos, porque hace años que Candela, auditivamente, no iba fina. Oye, y no se ven. Un portento, los audífonos. Estoy por ponerme unos. Aunque yo escucho bien, no tengo problema, pero mira, no sé, por probar. Ella está muy jubilosa con sus aparatos , que dice que llega a casa de trabajar y entra en el baño y abre grifos, ducha, cisterna...y escucha el correr del agua y el pis, cuando hace pis. Una escandalera, dice. Como antes no escuchaba nada... Que oír no es lo mismo que escuchar, ya lo sé, que a una cosa hay que prestarle atención y a otra no hace falta, que ya es por habilidad orgánica. Pero es que Candela, ni oía ni escuchaba. Y ahora hace las dos cosas.

   Es tarde, tú. Me voy a ir a dormir, porque para estar aquí contando disparates... Dormir está bien. Yo ahora llevo unas noches soñando que en lugar de dedos en las manos tengo vainas aplanadas de judías verdes. Ostras, qué susto el primer día al despertar. No hacía más que mirarme las manos, a ver si iba a ser verdad y me crecían judías verdes en los nudillos. Y mira que al principio me hizo gracia, por eso he dicho que es un sueño, y no pesadilla, porque pensé: oye, pues qué original, no serán cuchillos como los de Johnny, pero las manos verdes pueden molar. Pero no, no, quita, quita.. me puse a buscar en Google imágenes de judías verdes, muchas, todas juntas, paralelas, y decidí que en calidad de dedos quedaba feo, eso.  Así es que estoy intentando cambiar de sueño, a ver si llega algo más cómodo para el día a día. Ya veremos.

   Pues ya estaría, esto.

 

 


 

 

Rosa 

 

 

 
@ Agitadoras.com 2020